El pasado 12 de octubre nos dejó Enrique Miret Magdalena, teólogo seglar especializado en ética y sociología de la religión y autor coetáneo de Xavier Zubiri, Julián Marías, Ignacio Ellacuría o José Luis López Aranguren. Comprometido en causas sociales y políticas, desempeñó el cargo de presidente de la Confederación de la Pequeña y Mediana Empresa (COPYME), Director General de Protección de Menores del Ministerio de Justicia de España, cargo que desempeñó durante cuatro años, durante el primer gobierno de Felipe González. Presidente honorario de ONG Mensajeros de la Paz, ganadora del Premio Príncipe de Asturias.
Heterodoxo y progresista, ejerció a lo largo de toda su vida una intensa actividad como profesor, escritor y conferenciante, reseña El País. Padre de siete hijos, en 1974 recibió el premio Popular de Periodismo del diario Pueblo y en septiembre de 2006 la Medalla de la Orden Civil de la Solidaridad Social del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales.
Siente, no seas una máquina de pensar
Cuando le veo o pienso en él oigo su voz cálida, pausada, acogedora. Me maravilló en todo momento su capacidad de escuchar, hablar con serenidad y actuar con discreción y firmeza. Su nombre no estuvo ligado a movimientos revolucionarios como pudo ser la teología de la liberación, pero siempre me viene a la mente por asociación de ideas, dispares pero comprometidas, por admiración a quienes realizan un trabajo ejemplar desde sus distintas realidades culturales.
Se cumplen ahora veinte años del asesinato de Ignacio Ellacuría, filósofo y teólogo vasco, naturalizado salvadoreño, activo representante de la llamada Teología de la Liberación.
En 1979 se produce un Golpe de Estado de la Junta de Gobierno en El Salvador. Fracasa este intento y se desencadena una cruel violencia y guerra en el país. En 1980, el 24 de marzo, es asesinado el arzobispo Óscar Romero durante la eucaristía. Y, a finales de ese mismo año de 1980, Ellacuría sale de nuevo, esta vez ‘desterrado’ a España, bajo la protección de la Embajada Española. Desde entonces, Ellacuría aprovecha los viajes a España para dejar oír su voz en Europa y activar la publicación de algunas obras de Zubiri.
Ellacuría adelantó su regreso a El Salvador sobre el 13 de noviembre, para intentar mediar una vez más en pro de la paz y la convivencia. Pero, como altavoz de la Teología de la Liberación, dado su prestigio intelectual y su valiente denuncia de la situación del país, como defensor de la liberación del pueblo y de las mayorías populares, se había granjeado la enemistad de algunos sectores financieros y militares que le amenazaron con insistencia para acallar su voz.
El 16 de noviembre de 1989 fue asesinado por un pelotón del Batallón Atlacatl de la Fuerza Armada de El Salvador, en la residencia de la Universidad, junto con los jesuitas Ignacio Martín Baró, Segundo Montes, Amando López, Juan Ramón Moreno Pardo, Joaquín López y López. Fueron también asesinadas Elba Julia Ramos, persona al servicio de la Residencia, y la hija de ésta, Celina, de 15 años.
Ellacuría, crimen sin castigo
Desde este foro hemos sido a menudo altamente críticos con las influencias de las ideas religiosas en el devenir de la historia de la humanidad; yo quisiera hoy, de manera apresurada, enlazando textos e imágenes, dejar constancia de esos dos hombres, esos dos nombres que tengo en el pensamiento desde hace unas semanas. Son las personas -creo yo- más allá de sus ideales; el talante, la fuerza, la voluntad, lo que determina la grandeza de sus obras. De muchos de ellos podemos aprender a dialogar, a pensar, a querer. A otros debemos agradecerles que con su vida misma nos abrieran caminos nunca recorridos.
Deberíamos escribir una lista infinita con todos los nombres de las mujeres y los hombres que hemos ido aniquilando a lo largo de nuestra historia por querer creer que es posible un mundo más justo y feliz. Y esa lista, cuando esté confeccionada, estamparla a lo alto de la efigie de La Libertad, que quede allí bien visible y expuesta para nuestra vergüenza, cuando los simios conquisten este planeta.
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